martes, 17 de julio de 2018



Parodia del cuento infantil “Los tres cerditos” para ilustrar el seguro contra terremoto en Colombia

Había una vez un país lejano habitado solo por cerditos, pero algunas veces llegaban de pasada unos seres malignos a los que los cerditos les dieron el nombre de lobos. 

Los cerditos no sabían por qué estos lobos eran a veces muy feroces y otras veces medianamente feroces, y creían que a cualquier lugar del país podía llegar un lobo feroz, muy feroz, capaz de tumbar con su soplido todas sus casas.

Como esta era la creencia generalizada, aunque había cerditos que vendían seguros para muchas cosas, no vendían el seguro para las casas contra el soplido de los lobos, porque estas ventas podían generarles muchas pérdidas en el caso de que lobos muy feroces surgieran de las entrañas de la tierra y tumbaran muchas casas.

Un día, algunos cerditos científicos se interesaron en conocer por qué y dónde aparecían los lobos, y a qué se debían sus distintos grados de fiereza. Observaron que en unos poblados aparecían lobos feroces que soplaban con fuerza y, cuando soplaban, tumbaban muchas casas, pero no se caían todas. Vieron que en otros aparecían lobos medianamente feroces y también tumbaban muchas casas. Y notaron que en muchos sitios del país no se registraban daños ocurridos por el soplido de los lobos.

Después, los cerditos científicos descubrieron que en algunos lugares de las profundidades de la tierra había unas placas que a veces se movían y, cuando lo hacían, engendraban lobos. Comprender estas placas y conocer su ubicación llevó a los cerditos a dividir el país por zonas teniendo en cuenta los grados de intensidad de los soplidos de los lobos en el país, así: alta, media y baja, siendo la zona baja aquella en la que los lobos nunca aparecían o sus soplidos eran inofensivos.

También descubrieron que en aquellos sitios donde los lobos aparecieron y fueron feroces, las casas que estaban bien construidas con ladrillo no sufrieron daños o si hubo algún daño fue de poca importancia, y por esta razón no se perdió la vida de ningún cerdito. Y comprobaron que en aquellos poblados en los que hicieron presencia lobos medianamente feroces, sufrieron daños graves o se cayeron las casas de madera y de paja, y también las de ladrillo si estaban mal construidas, y murieron muchísimos cerditos, pero en cambio no les había pasado nada a las casas construidas en ladrillo y con buena técnica. En síntesis, comprobaron que por la presencia de lobos de mucha o mediana ferocidad solo tenían afectaciones de importancia las casas mal construidas, lo que conducía a que murieran muchos cerditos.

Entonces, algunos cerditos constructores comenzaron a edificar casas con ladrillo de tal manera que ningún lobo pudiera destruirlas, ni siquiera los lobos más feroces, tratando, prioritariamente, de salvar la vida de los pobladores.

Como se hizo común la construcción de viviendas seguras, unos cerditos comenzaron a vender pólizas de seguros en todo el país que ampararan contra los embates de los lobos.

Poco tiempo después, los cerditos científicos ordenaron que todas las casas del país tenían que construirse de tal manera que fueran resistentes a los embates de los lobos y, para ello, explicaron paso a paso cómo hacerlo.

Aprovechando esta normatividad, los cerditos vendedores de pólizas procedieron a redactar leyes -y a pagar para que fueran aprobadas-, que ordenaran la compra de pólizas de seguros que cubran los daños de los soplidos de los lobos para todos los edificios públicos, para todas las casas que tuvieran hipotecas, y para todos los bienes comunes de casas o apartamentos existentes bajo el régimen de propiedad horizontal, susceptibles de ser asegurados.

Estas leyes se expidieron incluyendo a las casas y a los edificios que no se ajustaban a las normas técnicas, y también a las construcciones ubicadas en zonas de baja actividad  sísmica, donde aparecen lobos  que no hacen daño.   

Los cerditos vendedores de seguros hicieron las leyes así, para todas las casas, porque el decreto que regula las pólizas de seguros ordena que solo tengan reconocimiento los daños imprevistos, súbitos, y ajenos a la acción del comprador de la póliza. Y las casas de paja, de madera, y con ladrillo pero que en algunos aspectos incumplen las normas de construcción, se destruyen o tienen enormes daños cuando llegan lobos, porque no acogen las técnicas de construcción, entonces, su pérdida por el soplido del lobo no tiene reconocimiento alguno por parte del expendedor de la póliza. Y es apenas lógico que estas pólizas tampoco reconozcan daño alguno en las zonas donde los lobos son inofensivos, sencillamente, porque no hay riesgo ni posibilidad de daño por la presencia de lobos. De esta manera, las aseguradoras hicieron enormes ventas a sabiendas de que solo iban a reconocer los pequeños daños que, por los soplidos de los lobos, pudieran ocurrirle a las casas de ladrillo bien construidas.

Todo lo anterior repercutió en un enorme enriquecimiento de los cerditos que vendían las pólizas de seguros contra los soplidos de los lobos.

En conclusión, estos cerditos seguirán obteniendo grandes ganancias porque hacen enormes ventas por muchísimo dinero dando muy poco a cambio, lo que explica que no estén interesados en que las leyes que ordenan seguros contra los soplidos de los lobos se deroguen y las pólizas por daños sufridos por los lobos dejen de expedirse. Así, en todo el país estos cerditos inescrupulosos seguirán comiendo “marrano”.

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Y cada que hacen presencia los lobos feroces sufren pequeños daños, sin colapso, algunas casas aunque estén bien construidas, entonces, los cerditos sabios revisan los daños y miran cómo pueden evitarlos en el futuro revisando las normas de construcción para que las aseguradoras tengan cada vez menos pérdidas, porque pérdidas llaman estas compañías a los reconocimientos en el negocio de los seguros. Forman parte del combo de los cerditos sabios, obviamente, algunos cerditos que están al servicio de las aseguradoras y suelen ser condecorados por ellas. 
julio 20 de 2018